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Hace más de 10 años, un compañero me dijo que la historia es como un tren antiguo, de esos a vapor. Un tren al cual los sectores progresistas (utilizar esa palabra puede resultar equívoco en estos días, después me detendré en eso) le dan la dirección, pero son los conservadores los que le ponen el carbón. Así, la humanidad avanza a cuestas y tropezones, a veces incluso retrocede, pero no se detienen los procesos sociales, esos que terminaron con la esclavitud, que establecieron que la soberanía recae en el pueblo (aunque pocas veces se cumpla), que permitieron el sufragio a las mujeres, que combatieron la discriminación racial, que botaron tantas dictaduras y que hoy siguen luchando por causas tan justas como el derecho a un aborto libre y seguro, el matrimonio igualitario, una vivienda digna, la educación pública, la redistribución justa de la riqueza… en el fondo, la permanente lucha por la soberanía de nuestras vidas.
Ninguno de estos avances se han logrado por la vía del simple consenso. Nada nos ha sido regalado. Y la oposición al progreso tiene miles de caras, desde el fusil y la bota militar, hasta el mismo estado y sus reglas. Es cosa de recordar el editorial de El Mercurio sobre las condiciones de trabajo en las salitreras del norte, un día antes de concretarse una de las masacres más horrorosas de Chile, la de la Escuela Santa María de Iquique.
““Las condiciones en que se desarrolla el trabajo en faenas las salitreras, colocan al obrero en situación ventajosa respecto de las demás labores de explotación agrícola o industrial del resto del país“ o ““el jornal alto, la habitación gratuita, la pulpería a precios equitativos, la alimentación abundante… compensan sobradamente el esfuerzo del hombre, los rigores del clima y las arideces del territorio”.
2200 obreros, chilenos, peruanos, bolivianos y argentinos fueron asesinados el 21 de Diciembre de 1907.
Días después de concretada la masacre, el mismo diario afirmaba que en virtud del orden público y la propiedad privada, se justificaban las acciones tomadas.
Más de 100 años después, son los mismos los que, con ínfulas de razón y verdad revelada, enjuician a estudiantes, trabajadores, mapuches, mujeres y tantos otros y otras que luchan por el avance de la historia. Ya sea en los editoriales de sus diarios, en los comedores de sus casas o en los pasillos de sus ministerios, en Chile o en cualquier lugar del mundo, siguen con la misma arrogancia defendiendo su condición de dominio sobre el resto.
Pero, y he aquí la confusión, ¿dónde están los sectores progresistas que debieran pujar por cambiar esta historia?
Ya no basta con llamarse a uno mismo progresista si acto seguido vas a golpear las puertas del empresariado que defiende lo que discursivamente tu dices combatir. Ya no basta apelar a la responsabilidad y forjar unidad sin principios en oposición a la derecha con la que te has mimetizado y pactado. Ya no basta con que tu partido lleve el nombre de un proyecto colectivo que en la práctica has renunciado a construir.
El problema al que hoy nos enfrentamos es que los sectores que empujan el progreso de la humanidad, hoy en Chile están dispersos. Destruidos a sangre y fuego por la dictadura y marginados por el pacto de la transición han deambulado por nuestra democracia pactada como fantasmas que no terminan de dejarse ver. Aparecen de tanto en tanto para recordarle al poder que nunca el hombre está vencido, que su derrota es siempre breve. Pero no es suficiente. Porque mientras las condiciones de explotación del hombre por el hombre adoptan nuevas formas, la organización de los explotados sigue siendo fundamental para cortar de raíz la reproducción de este sistema. Los obreros del salitre de ayer hoy se llaman Nelson Quichalleo y Rodrigo Cisternas, tienen la cara de Ruth Velázquez y de las mujeres asesinadas por el solo hecho de ser mujeres, se nos presentan en la angustia de las familias endeudas, en los campesinos a los que les roban el agua y en os trabajadores precarizadosf que son la amplia mayoría de nuestro país.
¿Qué hacer frente a esta realidad apremiante?
No hay recetas mágicas, lo sabemos. Menos aún cuando estamos ante un ciclo capitalista largo que en su transición del capital industrial al capital financiero no reconoce fronteras y en su versión chilena neoliberal está imbricado en todos los aspectos de nuestra sociedad y en nuestras relaciones sociales. Pero no podemos quedarnos de brazos cruzados ni apelar a un determinismo fatuo que pregona sin hacer. Si hoy estamos reunidos aquí, si hoy hemos venido de todo Chile, desde Magallanes a Arica, pasando por Temuco, Valdivia, Antofagasta, Iquique, Concepción, Aysén y Valparaíso, es porque hemos decido actuar, y porque frente a nosotros, hay una herencia yacente que debe ser reclamada.
Una herencia yacente, como nos recuerda el viejo socialista Belarmín Elgueta, es una herencia que no tiene herederos que la reclamen. Ahí está, tirada, abandonada por quienes desde burocracias partidarias hablan en su nombre. El socialismo, hoy por hoy, insisto, es una herencia yacente que debe ser reclamada.
Y para eso estamos aquí, y entendemos esta herencia no como una figura estática, sino como una construcción colectiva que se proyecta en cada uno de nuestros actos. Por eso es tan desafiante este momento, porque venimos desde todo a Chile a reafirmar la convicción de que otra sociedad es posible, que para construirla necesitamos organizarnos y que para ello se requiere trabajo y determinación.
No partimos de cero. Estamos parados en hombros de gigantes, pero además, nuestra misma fuerza ha llevado adelante un trabajo inestimable de elaboración diálogo, debate. Este proceso no ha estado excento de tensiones, de momentos difíciles en donde avanzar pareciera costar más de lo necesario. Pero hemos salido adelante. Por eso, quiero reconocer en estas palabras de apertura el trabajo que han realizado todos y todas quienes han participado en el proceso que hoy nos tiene aquí. Desde el legado de la Surda, hasta el esfuerzo de cada militante que en sus distintos espacios entrega su tiempo y su esfuerzo a este sueño. Quiero en particular agradecer a todas y todos quienes han sido parte de la mesa de convergencia. Sin la pega que han realizado, seguramente esta asamblea no sería posible.
No somos los únicos que estamos dando estas peleas. A nuestro lado se levantan distintas organizaciones que también buscan recorrer este camino. Tenemos que encontrarnos, sin duda. y para ello, será pieza fundamental la unidad con la que actuemos.
Desde el parlamento, me ha tocado ver de manera directa la descomposición de la vieja política. No queremos ser como ellos, no queremos reemplazarlos para continuar sus lógicas y sus prácticas. Queremos subvertir este sistema para construir uno nuevo, y nos une la convicción de que esto es posible. No seguiremos siendo espectadores de la forja de un mundo inhumano y ajeno, no seremos sangre nueva para viejas derrotas.
La historia es nuestra, de todos.
Como decían nuestros viejos compañeros, aquí nada termina, cada día es continuar.
Con la esperanza intacta, adelante…
Sábado 16 de Enero de 2016
A mis 43 años, eres una de las personas que me hace creer aún en la política. Desde Chañaral en el norte espero que sigas creciendo. No cedas, no retrocedía, no cambies. U
ResponderEliminarUn abrazo
Alguien me podria explicar las diferencias entre Izquierda Autonoma y Revolucion democràtica?
ResponderEliminarVali callampa boric. Eri un curao de mierda que tiene problemas con sus peluches. Podi estar en contra de que los diputados ganen millones, pero nunca hai ganado nada con tu propio trabajo y sudor. Quien te va a creer asi, ctm.
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