jueves, 21 de julio de 2011

Intervención Claustro Plenario Triestamental de la Universidad

Estimados, les dejo la intervención que tuve la oportunidad de hacer en el Claustro Plenario Triestamental de la Universidad realizado el pasado miércoles 20 de Julio, en representación de la Comisión de Educación del Senado Universitario, la cual tuvo, en conjunto con algunos Centro de Estudiantes, la tarea de organizar esta instancia.

Un abrazo!


Funcionarios, académicos y estudiantes de la Universidad:

Ayer, gracias a la invitación de una profesora de Medicina, tuve la oportunidad de participar de una asamblea triestamental del departamento de psiquiatría del Hospital de la U. En ésta, académicos, estudiantes y funcionarios discutían cual era el aporte que desde su disciplina podían hacer al actual movimiento. Contaban sus experiencias, cómo se habían organizado, las relaciones que habían entablado con otros actores. Todo esto en el marco de la convicción de que como miembros de la Universidad de Chile, no podían mantenerse ajenos al proceso de cambio que durante los último meses ha sucudido nuestro país. Salí, realmente, revitalizado.

Porque frente las acusaciones de desgaste que vuelan desde el gobierno y sus medios de comunicación, ver a una pequeña unidad de nuestra casa de estudios movilizada, preocupada, que observa con suspicacia los últimos movimientos en las altas esferas del poder, que nos decía que aguantemos porque todavía falta mucho por hacer, uno no puede sino sentirse esperanzado. No me cabe duda que esta pequeña historia se multiplica por cada uno de los aquí presentes, y también por tantos que hoy no pueden estar.

Y es que esta movilización nos ha sorprendido a todos. Su dinamismo, su vértigo, esa sensación extraña que muchos creían perdida de sentirse haciendo historia. En definitiva, volver a creer que a través de la acción colectiva si podemos trasnformar la realidad.

Y ese es nuestro punto de partida. Transformar la realidad, no maquillarla. En esto vamos a ser muy claros. No estamos disponibles para cambios cosméticos, para pirotecnia, ni ofertones de última hora. Porque ya conocemos la estrategia de la clase política; procesar la protesta social, apostar a la división y al desgaste del movimiento, para finalmente terminar realizando ajustes de carácter neoliberal al modelo. Esta vez, no nos vamos a prestar para viabilizar una reforma como la del 2006, hecha a espaldas de la gente, sin considerar las propuestas del mundo social, y arreglada en los pasillos de un congreso que cada día nos resulta más ajeno.

Y es que lo que se inició hace 5 años, en las protestas de los secundarios el 2006, hoy lo retomamos con la conciencia de que el problema de la educación no se va a resolver si lo dejamos en manos de los mismos de siempre. Queremos ser parte activa de la solución.

Por planteamientos como este, desde el gobierno nos acusan de estar politizados. Fuerte y claro le respondemos que ya no le tenemos miedo a la política, y política es precisamente lo que queremos hacer.

Esto lo hemos entendido también desde la Universidad. Ya caída la torre de marfil, y siendo parte activa de la sociedad a la que nos debemos, damos un paso adelante y pasamos de la defensa corporativa, a la apuesta por la incidencia nacional. Concientes de que el conocimiento es nuestro cobre del siglo XXI, hoy nos sacudimos de los últimos resabios del autoritarismo para entrar de lleno en el debate público, y así constituirnos como un espacio desde donde pensar y prefigurar el país que queremos construir. ¿Cuál es ese país? Seguramente no tendremos acuerdo, y esa es precisamente la gracia. Porque el conocimiento que aquí se genera nace de un mar tempestuoso y revuelto, donde las más diferentes visiones conviven en un marco de reconocimiento y respeto, y no como pretenden algunos, de un lago de aguas tranquilas, donde el debate se disfraza de empate y la discrepancia es sutilmente silenciada.


Mientras la credibilidad de las elites se derrumba a nuestro alrededor, la Universidad vuelve a erguirse como un referente para una sociedad que comienza vertiginosamente a entrar en un nuevo período. Y en esa lógica, ya no basta con tratar de defender la institución desde la nostalgia de un pasado mejor, ni mucho menos creer que ser mejores significa ser más competitivos. No. Hoy el desafío consiste en reestructurar los fundamentos de la educación entera en nuestro país. Y para ello es imperativo entender que en esta lucha no estamos solos, que esta movilización no nos pertenece y que no podemos darnos el lujo de mirarnos el ombligo cuando lo que más se necesita es colaboración y unidad. Esta movilización la hemos construido entre todos, con los secundarios, con los estudiantes de las universidades privadas tradicionales y no tradicionales también, con los postergados integrantes de la educación técnica.

No podemos olvidarnos de ellos.

Dicho esto, y para ir finalizando, es importante recalcar el hecho de que la pelea por la Universidad Pública comienza por casa, y en casa tenemos todavía mucho trabajo por hacer. A la par que criticamos la violenta desigualdad de nuestro país, tenemos que levantar la voz para denunciar las inaceptables inequidades que existen dentro de nuestra misma comunidad. Facultades del 1er mundo conviven con Facultades precarizadas. Aranceles groseros que dan cuenta del autofinanciamiento al que hemos sido sometidos. Sueldos distintos a mismas jornadas y jerarquías, los que por cierto debemos siempre tratar de igualar hacia arriba. Debates hasta hace poco ausentes, como la necesidad de recuperar la Facultad de Educación que el 81 nos fue violentamente arrebatada. Y tantos otros temas que no va al caso enumerar hoy, pero que no pueden ser dejados de lado por la contingencia.

En definitiva, tenemos una doble tarea. Ser una voz potente en el debate público nacional, poniendo el conocimiento que generamos a disposición de las necesidad de una sociedad en proceso de cambio, y por otro lado, avanzar en el frente interno hacia la construcción de una Universidad que termine con las contradicciones que en su seno abundan. Desde el Senado Universitario, hemos tratado de ser un aporte en ambas dimensiones, trabajando en iniciativas como el incipiente proyecto de canal de televisión de la U, o el documento “bases para una propuesta de institucionalidad del sistema universitario”, y en temas internos, como los criterios de asignación del presupuesto de la Universidad y la actualización de reglamentos que se encontraban superados por una realidad en constante movimiento.

El desafío es grande, y las ganas también. Este encuentro es prueba viva de aquello.

Y cuando se avecina la parte más difícil, el trabajo de hormiga, sin flashes ni la adrenalina propia de tiempos de excepción, es cuando como Universidad tendremos que ser responsables con el compromiso que hemos adquirido en esta movilización: la proyección en el mediano y largo plazo de nuestra vocación transformadora.

No podemos fallar.

Muchas gracias.

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