Hoy nos reunimos para enfrentar una crisis. No se trata del
tipo de crisis que provoca catástrofe repentina, como cuando golpea un
terremoto. La nuestra es el tipo de crisis que se produce por el lento desgaste
de una situación crecientemente adversa que se elude y se parcha, sin
enfrentarla directamente. Y así como la
erosión puede convertir un terreno fértil en un desierto, la deslegitimación de
la política puede convertir la participación y el espíritu democrático de un
país, en apatía, desconfianza, abstención y, finalmente, desborde
institucional.
Los chilenos y chilenas hemos construido una manera de
referirnos a este problema: hablamos de problema del sistema binominal. Y en
esto la ciudadanía es clara: Hay que
cambiar el sistema binominal. Pero
una cosa son las reglas del sistema binominal y otra es la política binominal.
La política binominal no se sustenta solo en la regla binominal, también en un sistema
electoral que premia la integración en grandes bloques, entregando poder de
veto y control para ser electo a quienes administran los cupos de estos
conglomerados. Segundo, un sistema de partidos que permite partidos que son
administrados por cúpulas que no están sujetas al control de sus bases. Y por
último, un débil sistema de financiamiento público a la política y un sumamente
opaco y poco transparente sistema de financiamiento privado de la política
(indicación para terminar con aportes reservados). Esta triada se traduce en una altísima colonización de parte de los
intereses económicos sobre las dirigencias de los partidos políticos, lo
cual no puede ser contrarrestado al interior de lo mismos, y que le entrega a
estas dirigencias la llave de entrada y de salida de la política.
Hoy tenemos frente a nosotros el proyecto de ley que cumple
el compromiso presidencial de acabar con el sistema binominal, y lo que los
chilenos quieren saber es si es que se acabará o no con esta forma de la
política que nos ha regido desde el retorno a los gobiernos civiles.
Lamentablemente, debemos afirmar que, a pesar de ciertas mejoras que deben ser
reconocidas, este proyecto no acabará con la lógica binominal: fueron
rechazadas las indicaciones para transparentar los aportes de privados y
controlar los gastos en campaña (y por eso repusimos la indicación que
presentara Giorgio Jackson y Vlado Mirosevic para terminar con los aportes
reservados en política, que esperemos todos voten a favor); no representa
ningún avance en democracia interna de los partidos (y por lo mismo
fiscalizaremos con mucho celo el cumplimiento del protocolo para tener una
nueva ley de partidos y nueva ley de financiamiento a la política al que se
comprometió el gobierno con muchos diputados independientes); y no se cambia el
sistema de listas, ni se atenúan sus efectos. El mayor tamaño de los distritos,
junto con la posibilidad de llevar más candidatos en las listas que los escaños
disponibles, sumado al efecto de arrastre que producen las listas en el sistema
proporcional, hacen pensar que, salvo algunas situaciones puntuales, la
posición dominante y controladora de los dos grandes bloques políticos se
mantendrá. Así, al menos, lo han señalado la mayoría de las simulaciones
disponibles. Cambiar la lógica
bicoalicional heredada de la dictadura seguirá siendo una tarea pendiente para
las fuerzas democratizadoras de este país.
En particular, creemos que una reforma al sistema
electoral, necesariamente, debe incluir mecanismos para posibilitar e
incentivar una mayor igualdad de género, y por eso estamos de acuerdo con medidas
afirmativas que permitan avanzar en los derechos de las mujeres. Sin
embargo, tenemos serios reparos respecto a la efectividad de la reforma tal
como está. El porcentaje de cuotas debe
aplicarse a nivel distrital para que los partidos no pasen gato por liebre
mediante arreglos truchos que sigan excluyendo a las mujeres. Esperamos
esto se mejore en el Senado.
Lo que resulta impresentable es que se haya optado por
dejar fuera del proyecto una verdadera redefinición del mapa de distritos
existente, a través de un proceso transparente y
democrático.
Hay ciertas reformas que se votan hoy y que son sin duda un
avance para nuestra democracia, y por esto, votaré a favor íntegramente de este proyecto. Por un lado, me
parece crucial que se elimine la distorsión a la voluntad popular que representa
la regla de exigir el doblaje en el actual sistema. Además hay normas sumamente
positivas que facilitan la constitución de nuevas fuerzas políticas y su
mantención como partidos políticos.
Por
último, no puedo dejar de notar que la UDI , en un mensaje de muy mal gusto, dice
"estamos bien aquí los 120", comparando a los diputados con los
mineros que estuvieron enterrados semanas bajo tierra producto de un sistema
explotador de trabajo que hasta el día de hoy no ha mejorado. Claro que estamos
bien aquí los 120, ganando más de 8 millones mensuales y con todos los
privilegios que tenemos. Si mejorar la
democracia, implica mayor gasto, bienvenido sea, pero que eso no sea a costo de
precarizar a los funcionarios del Congreso. Podemos no gastar más aprobando la
baja de sueldos de nosotros mismos que hoy equivale a 40 veces el sueldo
mínimo. El más alto no sólo de América Latina sino también de la
OCDE. Los invito a que se vote el proyecto
que presentamos para rebajar los sueldos de los parlamentarios para que esa sea
la manera de no aumentar el gasto con esta necesaria reforma.
Muchas gracias.
Felicitaciones por promover los cambios y la dignificación para nuestra sociedad, que hace mucho rato estamos pidiendo a gritos. Respecto al mensajito de la UDI, ellos realmente tienen problemas a nivel pragmático, sus comparaciones son aberrantes. Felicitaciones nuevamente por tu aporte Gabriel. Saludos.
ResponderEliminar