lunes, 17 de enero de 2011

Magallanes. Política, ideología y la descentralización olvidada (en alguna oficina de Santiago)


En el contexto del actual conflicto que mantiene enfrentados a la ciudadanía Magallánica con el Gobierno por el anuncio del alza del gas escribí esta reflexión que aquí comparto con ustedes.






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Las movilizaciones en Magallanes han dejado desconcertado a todo Chile, partiendo por el Gobierno. Seguramente, el equipo de técnicos de La Moneda no se esperaba que ante esta medida anunciada maliciosamente el 30 de diciembre pasado, la población de esta región austral iba a reaccionar de manera tan categórica y organizada. Quizás pensaron que al dar a conocer la noticia de que el precio del gas se alzaría en un 16,8% en el sector residencial y el subsidio para su consumo disminuiría de 25.000 a 1.000 metros cúbicos mensuales un 30 de diciembre, la población simplemente lo olvidaría con el brindis de año nuevo. Pero no.
Seguramente tampoco imaginó el Gobierno que la crítica a su actuar sería tan transversal. Si en estos días ya es raro ver a la clase política ponerse de acuerdo -más allá de que, en el fondo, vivan dentro de un consenso programático mayor-, el nivel de confluencia que se ha generado en Magallanes en torno al rechazo a la polémica medida es sencillamente de antología. Porque todos los actores, sin excepción, se han manifestado conjuntamente en contra del alza del gas. Desde la UDI hasta el PC, desde la CUT a la CPC, todas las fuerzas vivas de la región -como se lee insistenemente en estos días en los diarios locales- han aunado fuerzas en busca de revertir la decisión gubernamental.
Pero más allá de lo técnico, ¿qué es lo que trasciende a este conflicto que ha demostrado altos niveles de inflamabilidad? A mi entender, hay cuatro consideraciones necesarias para entender bien la actual coyuntura desde una perspectiva política.
1. EL ACTUAR DEL GOBIERNO
El Gobierno ha demostrado un déficit de manejo político que realmente sorprende. Si bien en mi opinión este episodio no se puede extrapolar para evaluar toda su gestión -donde, en general, creo que ha desplegado su política con habilidad dejando a la oposición absolutamente acorralada-, en este caso, y utilizando las palabras del senador RN Alberto Espina, han aparecido los reyes de los autogoles.
Desde la indendenta Kusanovic -una destacada empresaria del rubro del turismo sin mayor experiencia política- hasta los ministros del ramo, pasando por cierto por el titular de Interior Rodrigo Hinzpeter, todos con sus declaraciones han contribuido a exacerbar el conflicto. Desde una perspectiva técnica -y profundamente ideológica- han pretendido demostrar al país que lo de los magallánicos no es más que una pataleta egoísta, dejando de lado todas las diferencias que la región tiene con el resto del país y prescindiendo de cualquier consideración política a la hora de abordar el asunto. Ya lo había advertido Allamand cuando recién se conoció el gabinete… faltaba experiencia política y eso hoy se hace sentir.
Pero lo más notorio quizás -y una consecuencia de lo anterior- ha sido la falta de visión estratégica con que ha actuado La Moneda. Magallanes es una zona donde de cuatro parlamentarios -dos diputados y dos senadores-, ninguno es de derecha o, por lo menos, integrantes formales de la Coalición por el Cambio. Marinovic y Bianchi (independientes), electos gracias a una campaña centrada fuertemente en la identidad regional, generalmente han apoyado las iniciativas del Gobierno y para éste, con una mayoría frágil en la Cámara y una desventaje pequeña en el Senado, sus votos serán claves durante los próximos tres años. Pero nadie del Gobierno conversó con ellos y ya tenemos que Marinovic será el interpelador del ministro Rainieri y Bianchi habla fuerte contra Santiago. Autogol.
2. LA IDEOLOGÍA TRAS BAMBALINAS
A la clase política de hoy no le gusta hablar de ideología. Pareciera asustarles, los retrotrae a un pasado oscuro y, por eso, prefieren renegar de ella. Pero es sólo en el papel. Porque una cosa es que hoy estemos ante un consenso tácito de quienes gobiernan -sean de la Coalición por el Cambio o de la Concertación-, y otra es que ese consenso no sea ideológico.
Lo que se esconde detrás de la decisión del alza del gas es la convicción de que los vaivenes del mercado deben ser asumidos por los consumidores y las distorsiones que genera el precio preferencial del gas deben ser corregidas. No está demás recordar que el contrato entre ENAP y Gasco es sólo a un año, lo que no es más que un augurio de futuras alzas.
Seguramente, el Gobierno buscará paliar el descontento de la ciudadanía con subsidios focalizados, que no son otra cosa que la receta neoliberal para controlar el gasto social, e implican una negación de los derechos universales. No sería extraño que, ya calmadas las aguas, venga una ofensiva privatizadora por parte del Gobierno hacia la ENAP, arguyendo una mala gestión cuando esta empresa no ha hecho otra cosa que internalizar los costos de una mala política energética de los gobiernos de turno.
Ideología pura disfrazada de técnica, una estrategia cada vez más común en la derecha chilena.
3. LA ORGANIZACIÓN CIUDADANA
Uno de los elementos que más ha llamado la atención de los medios es que todas las movilizaciones han sido coordinadas por una Asamblea Ciudadana, que no responde a partidos ni a caudillos y que ha demostrado, en medio del conflicto, una alta capacidad de convocatoria.
Esta instancia -donde confluyen organizaciones sociales, gremiales, vecinales, sindicales, de derechos humanos, ambientales, estudiantiles, de profesionales y microempresarios- cuenta dentro de ella con una amplia pluralidad social, etárea e ideológica. Ha sido capaz, en los últimos meses, de consolidarse como un referente serio y responsable para las autoridades comunales, regionales y ahora también nacionales. Cabe mencionar que además cuenta con ramificaciones en las provincias de Última Esperanza y Tierra del Fuego.
Su emergencia en la escena nacional es un indicio de una nueva política que poco a poco comienza a gestarse después de la larga transición chilena. Los ciudadanos comunes y corrientes, cansados de la falsa y vacía representatividad que expresa la política formal hoy en día, empiezan a reconstituir el tejido social de nuestro país, destruido por la dictadura, y mantenido convenientemente al margen de la institucionalidad durante los últimos veinte años.
Su potencialidad aún está por verse, pero los ciudadanos de Magallanes han dado muestras claras de que ya no están dispuestos a seguir delegando sus demandas en la lógica representante–representado, sino que han decido hacerse cargo ellos mismos de la gestión de un conflicto que esconde algo más que un dolor para los bolsillos de los habitantes de la región.
4. LA DEMANDA OCULTA POR DESCENTRALIZACIÓN
Hasta ahora las protestas se han centrado en el rechazo al alza en el precio del gas, pensando por cierto en el efecto multiplicador que ésta tendrá en una región que tiene al gas como columna vertebral de su economía. Sin embargo, detrás del problema que afecta fuertemente la billetera de los magallánicos hay una demanda más profunda por descentralización.
Cuando alguien del norte va a Punta Arenas, seguramente se sorprende de ver más banderas azules-amarillas flameando que la tradicional bandera chilena. Y es que en la zona, el sentimiento de identidad regional, que se expresa en los más diversos ámbitos cotidianos, pesa mucho. Si bien el aislamiento ya no es tan duro como en la época de nuestros padres, existe una fuerte sensación de abandono por parte de la capital que fue creando a lo largo de los años un oculto resentimiento que hoy se expresa en las barricadas que han encendido las últimas noches magallánicas.
Chile tiene un problema que no puede seguir eludiendo. La centralización de las decisiones, de la administración y hasta de las oportunidades en Santiago es una falla estructural que urge abordar sin más dilación. La postergación silenciosa a la que se han visto confinadas muchas de nuestras regiones, en particular las extremas -Arica es otra bomba de tiempo-, es un atentando directo a nuestras posibilidades de desarrollo como nación.
El gas fue un detonante, pero lo de Magallanes es un aviso de algo mucho más profundo.

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