Compañeros, compañeras:
Son días intensos los que nos tocan vivir. Días en que pareciera que todo se mueve de un lado para otro, donde emergen permanentemente nuevos actores y donde el malestar, durante tanto tiempo incubado y tanto tiempo más contenido, se expresa desde los más diferentes ámbitos (los recursos naturales, las demandas regionales, sueldos y trato justos (un saludo a los trabajadores del sindicato de salud uc que hoy después de 17 días de movilización llegaron a acuerdo), las históricas demandas de los pueblos originarios, la educación, la salud… en fin, la exigencia por dignidad). ¿Pero qué es lo que pasa, que pese a todo este movimiento, nada pareciera cambiar?
Hay muchas respuestas a esta pregunta que permanentemente nos hacemos, pero antes de intentar contestarla, me gustaría situarla. ¿Es tan cierto que nada ha cambiado?
Recuerdo cuando entré a la Universidad, en nuestras primeras marchas, cuando pasábamos bordeando el Parque Almagro y nos encontrábamos de lleno con las sedes de la Universidad Central, se comenzaba a entonar, casi automáticamente por los asistentes, un grito que demostraba un desprecio por nuestros mismo compañeros que en ese momento yo no alcanzaba a comprender. “300 Puntos, 300 Puntos”. Detrás de ese cántico burlesco, se escondía todo el arribismo de una elite encerrada en si misma, que se movilizaba con buenas intenciones, pero impregnada por una suerte de despotismo ilustrado muy propio de la izquierda de café. “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, se podía leer entre líneas de los gritos que por esa época proferíamos contra nuestros compañeros de Universidades privadas. Eso era ayer, metafóricamente. Y hoy, ya no metafóricamente, sino que hoy mismo en la mañana, los dirigentes de la FECh, de la FEUC y de la FEUSACh entre otros, marchábamos codo a codo con nuestros compañeros de la Universidad del Mar, quienes en sus cantos lo decían clarito… “Contra el lucro y la codicia la UdelMar se moviliza”.
He hecho referencia a este ejemplo para retratar un proceso mucho más profundo que da cuenta del avance del movimiento estudiantil. Un proceso que da cuenta de como hemos ido evolucionando desde una defensa corporativa de la educación, a una comprensión sistémica del conflicto educacional en Chile. Y lo hago, con el ánimo de echar por tierra las visiones de pesimistas y agoreros, que juzgan el fracaso o éxito del movimiento estudiantil sin ningún tipo de perspectiva, como si los triunfos o derrotas del movimiento social dependieran de lo que pasa un día en particular, dependieran del actuar de una persona, dependieran en definitiva, de lo efímero del tiempo cuando se lo despoja de su historicidad.
Hoy, nos entendemos herederos de las luchas sociales que nos antecedieron, y aprendemos de sus virtudes y sus tropiezos. Y es así como podemos decir, con orgullo, que hemos avanzado, y a la vez, con conciencia, de que falta mucho por avanzar.
Otro de los avances sustantivos que podemos señalar, es que después de muchos vaivenes, como movimiento estudiantil hemos comprendido de que nuestra lucha no se reduce a la educación como bien en si mismo. ¿Por qué la educación? Porque hoy por hoy expresa las contradicciones de un sistema que promete igualdad de oportunidades pero entrega segregación, expresa el paradigma de un Estado que se privatiza y deja los derechos sociales, esos que nos hacen ser iguales dentro de una comunidad, esos que debieran ser universales, al vaivén del mercado (una siútica reinterpretación de la ley de la selva), en definitiva, porque creemos que al disputar el carácter de la educación, estamos también disputando el carácter mismo del Estado.
Como cantaban Los Prisioneros, que después de tantos años cada día nos hacen más sentido, no queremos que en las escuelas numeradas se siga enseñando humildad y resignación, es esta juventud rebelde la que va a decir basta a este sistema de castas que reproduce la desigualdad de la que todos estamos concientes pero quienes hoy tienen la facultad de hacer los cambios no hacen nada por superarlo.
Pero, ¿somos los estudiantes suficientes? La respuesta es un rotundo y tajante no. La revolución no pasa por la Universidad, decía Allende. Y desde esa conciencia, que también es avance, es que este años trabajamos humildemente para aportar en la reconstrucción del tejido social de un Chile que fue divido con metralla y que hoy, poco a poco se vuelve a unir con organización. Es con ese espíritu que la semana pasada terminamos la última jornada de la escuela político-sindical de la FECh, nos movilizamos ayer con los pescadores en contra de la venta del mar a 7 familias y estuvimos codo a codo con los Ayseninos cuando se levantaron para exigir dignidad al Estado indolente, entre otras tantas actividades. Y aquí por cierto, no hablo a nombre de la conducción de esta Federación, sino por todos quienes creemos que la unidad obrero-estudiantil es fundamental para cualquier transformación que queramos realizar en nuestra sociedad.
Falta mucho, por cierto, pero citando un lienzo de un liceo el 2011 al que siempre hago referencia porque explica magistralmente nuestro proceso, “vamos lento porque vamos lejos”.
Hemos avanzado entonces, pero, volviendo a la pregunta con que comenzaba esta intervención ¿qué es lo que no cambia?
No cambia la vieja política, y es nuestro deber cambiarla. Y es que si nos detenemos un poco, y vemos como la inmensa mayoría del país apoya las demandas estudiantiles, y como la expresión de ese apoyo a nuestras demandas de cambios estructurales fueron solo correcciones de excesos (rebajas de créditos, superintendencias que no avanzan, proyectos que regulan el lucro, etc…), se hace cada vez más evidente el tremendo abismo que existe hoy entre un pueblo que poco a poco despierta y una institucionalidad que languidece. Y es aquí, precisamente aquí, donde más cuidado habemos de tener. Porque, citando un texto de mis compañeros Francisco Figueroa y y Carlos Ruiz, que a su vez se valen de Gramsci,
“En el claroscuro entre el viejo mundo que no termina de morir y el nuevo que no termina de nacer surgen los monstruos. Engendros capaces de robar la vida de lo nuevo para extender la de lo viejo. La emergencia del nuevo ciclo no será de corto andar, menos de duración posible de prescribir. Pero nada tendrá de nuevo si no incluye los intereses sociales excluidos, desafío inabordable sin reimaginar una izquierda para el Chile del siglo XXI, rejuvenecida, que se apropie de los cambios sociales ocurridos y con vocación de mayorías. Tal es el desafío que abre la epopeya de los jóvenes. En ello se juegan las posibilidades de avance o retroceso histórico”.
Queda mucho, pero vamos caminando.
Y nuestra Universidad… durante la campaña lo dijimos. Defender la educación pública es transformarla. La Chile, nos guste o no, hoy desde muchas dimensiones, no cumple con el rol que le corresponde. Hay mucho empedrado, por cierto. Un Estado raptado por un empresariado que le teme a la educación pública porque sabe que allí se anida la amenaza más real a sus privilegios, la conciencia, es quizás nuestro escollo más real. Pero no es el único. La actual situación del Hospital Clínico, la precariedad de campus sur, el trato a los morosos y los altísimos aranceles, son llagas abiertas que nos recuerdan día a día que podemos hacer más, y que no basta con quejarnos hacía afuera, mientras adentro reproducimos los vicios contra los que luchamos. En este ámbito, la responsabilidad es de toda la comunidad universitaria, y no me cabe duda de que la Federación entrante será firme en empujar las transformaciones que nuestra Universidad requiere.
Este discurso ha sido breve porque hoy son otros los protagonistas. Pero no puedo terminar sin agradecer a quienes hacen posible que yo esté hoy aquí.
En 1er lugar a los equipos de trabajajo que se descrestaron durante el año para tener una Federación potente e incidente, a los cabros de comunicaciones, que muchas veces incluso hicieron de la FECh su casa (Javier, Yove, JM, Pé), al equipo del CEFECh, especial a Pablo Soto quien es de los pocos sobrevivientes e esa Izquierda Amplia que hoy volvemos a reditar junto con los compañeros de Nueva Izquierda. En particular quiero agradecer a Francisco Figueroa, quien puso todo de si, no solo durante este año, y quien con una paciencia y convicción a toda prueba soportó mis malgenios y porfiadeces y fue un pilar fundamental tanto política como personalmente. A Francisco Arellano, hombre que sostuvo la FECh desde una pega ingrata e imprescindible, y cuyos hombros siempre estuvieron presentes para apoyarme cuando el camino se hacía pesado. A la Javiera, que es responsable en gran medida de que yo hoy pueda estar aquí. A la Maca por su excelente pega con los difíciles números, y por cierto a todos los funcionarios de la FECh que son quienes, independiente de los vaivenes de la política, mantienen estoicamente nuestra Federación en alto. A la Sandra, la Andrea, la Sonia (la alegría de la casa), la Eve, la Arhely, el Vladi, el Héctor y la Pilar. Agradezco también a mis amigos, quienes incondicionalmente estuvieron durante todo el año firmes a mi lado soportando mis ausencia y siempre apoyándome cuando más lo necesitaba. A la Bea, el Pipe, Matías, la Francisca y Felipe muchas gracias por su aguante. Y por cierto, a mi familia, que sin ellos hoy no estaría en este lugar dando estas palabras. A mi mamá y mi papá por sus consejos, paciencia e incondicional apoyo, y especialmente a mis hermanos, Simón y Tomás, quienes me tuvieron una paciencia infinita y siempre tuvieron un abrazo reconfortante cuando llegaba reventado tarde a la casa (los desayunos de Tomás y las defensas cerradas de Simón en las redes sociales fueron un permanente empuje empuje y una muestra de cariño fundamental para dejar la vida en la cancha).
Finalmente quiero agradecer a la mesa saliente por la pega realizada durante todo el año, al Julio, a Felipe, con quien fuimos desarrollando una relación tremendamente constructiva de trabajo y confianza, y especialmente a la Camila, ya que pese a que tuvimos grandes diferencias durante este período, es necesario destacar su entrega y compromiso durante estos dos intensos años, que seguramente se proyectaran por otros cuatro desde otras lides.
Y por cierto al Andrés, sin quien sencillamente hoy no podríamos estar con esta sonrisa en los labios. Su tremenda disposición, aguante y convicción, nos permitieron formar una gran dupla, que no me cabe duda, se proyectara por todas nuestras vidas. Hoy, me voy con la tranquilidad y alegría de saber que los llegan son mejores que los que partimos.
Termino los agradecimientos con una mención especial a todos mis compañeros de militancia en Izquierda Autónoma, que son quienes con su compromiso, fuerza, reflexión y entrega, me hacen creer día a día que otro Chile es posible.
Quiero terminar con una breve cita que expresa el espíritu que nos embarga a quienes hemos decido emprender el desafío de cambiar nuestro país,
“Hidalgo es el hombre que sueña la aventura del bien y que tiene el honor muy a flor de piel aunque apenas cubra a ésta con harapos. Hidalgo es el que no vacila en la defensa de la verdad aunque le vaya en ello la hacienda o la vida. Hidalgo es el que tiene un ideal al que ajusta su existencia sin que las transacciones interesadas o e temor le reduzcan el propósito. Hidalgo en fin, no es el que habla al exterior con ademanes fingidos y atildados, sino el que vuelca hacia afuera el hondo contenido del alma.”
Aquí nada termina compañeros, aquí cada día es continuar…
Muchas gracias
2 comentarios:
Te felicito. Hay que tener cojones ara asumir una lucha a la que todos dicen apoyar, pero que muy pocos abrazan con tanta fuerza y convicción.
Es bueno avanzar, es bueno tener hambre de avanzar de prisa, pero no sacamos nada con construir castillos sobre ilusiones, el cambio de consciencia real de una país no es algo que pueda realizarse de la noche a la mañana. Falta mucho! Pero no hay que parar!...
Efectivamente como dice Gabriel la lucha continua, porque el camino para reconstruir se hace mas largo.
Felicitaciones por el trabajo bien hecho, por la entrega y sacrificio personal ( que no es menor) Y a construir espacios políticos para que estas demandas se manifiesten en lo programático.
Me gustaba en las marchas la choreza de gritar ¡el pueblo unido avanza sin partido!. Pero sabemos que no es posible nuestras demandas por una educación de calidad deben ser incluidas en otras demandas y tener expresión polìtica, sino quedaran entre nosotros.
Adelante
mion
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