Aquí comparto con ustedes lo que fue mi intervención.
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El título de esta convocatoria reza “Los jóvenes le hablan a la
empresa”, y a ese espíritu me quiero ceñir. No pretendo por ende, contarles mi
experiencia personal en el movimiento estudiantil, ni tampoco hacer una defensa
corporativa de la institución que tuve la oportunidad de representar (FECh,
CONFECh), sino más bien, desde las reflexiones colectivas que hemos ido dando en
los espacios en que participo, esbozar una visión crítica del empresariado
chileno. Puede que a ratos, mis palabras suenen duras, pero creo que este es el
único sentido que tiene el que yo haya sido invitado. Ser crítico y directo.
Con respeto por cierto, pero sin ambigüedades ni adornadas sutilezas.
En mi experiencia como dirigente estudiantil, en muchas oportunidades
asistí a diversas comisiones del Congreso, tanto de la Cámara como del Senado,
a plantear nuestras visiones y propuestas, pero llegar a esta instancia, creo,
es mucho más complejo.
Alguien dijo hace algunos años que una comida en Casa Piedra valía más
que centenares de miles de votos en las elecciones. Y tenía algo de razón. Los
diputados y senadores saben perfectamente que tienen menos poder que los
empresarios. Saben en su interior que, de hecho, el escaso poder que tienen depende, en cierta medida, de ustedes.
He conversado con muchos políticos. He visto en los ojos de varios el
genuino deseo de que las cosas cambien, al menos en educación. Pero todos son
“pragmáticos”, todos saben que hay fuertes intereses que empujan a favor de la
inercia, que en nuestra sociedad hay temas tabú, de los cuales no se puede
hablar, que no se pueden cambiar. Tienen conciencia de que las cosas son bastante
diferentes de cómo se ven en el papel, según el cual ellos son las autoridades
máximas del país.
En realidad, le temen a otros intereses. Unos que no tienen para qué
ganar elecciones, que no se presentan ante la sociedad abiertamente. Que
prefieren el lobby a una discusión parlamentaria, que a través del
financiamiento de las campañas controlan a los partidos de los más diversos
colores. Le temen a los intereses de los cuales dependen. Le temen al poder
real, les temen a ustedes.
¿Por qué les temen concretamente? Porque toda actividad política-formal
depende de las grandes inversiones en las campañas. Porque toda actividad
profesional de alto nivel depende de sus empresas. En último término, porque
toda su vida y su condición de figuración e influencia sobre la sociedad se
monta sobre la decisión que ustedes tomen sobre ellos.
Por eso decidimos aceptar su invitación, porque no tiene sentido seguir
hablando solo con la clase política, cuando ella no es quien gobierna realmente
en nuestro país.
Hablemos directamente entonces, sin intermediarios.
El movimiento estudiantil en estos últimos años se ha constituido en
una especie de ejemplo vivo del llamado “malestar social”, de los reclamos de
nuestra generación sobre los efectos del mercado en nuestras vidas.
Ustedes no se extrañarán si decimos que la sociedad chilena está
atravesada de punta a cabo por los designios del “mercado”. Los chilenos
vivimos la incertidumbre del mercado todos los días: nuestra salud, nuestra
jubilación y nuestra educación dependen del tamaño de nuestra billetera.
Así mismo, los estudios de movilidad social demuestran que la nuestra
es una billetera bastante variable. Somos una sociedad voluble: se entra y se
sale de la pobreza con facilidad, lo mismo pasa en la zona media. Es ese
mercado y no el movimiento social lo que nos ha hecho luchadores: cada día de
la familia chilena vive en una lucha permanente por alcanzar el siguiente paso
en la carrera del bienestar.
El ciudadano de a pie conoce el
poder del mercado. Nos hacemos la pregunta, ¿lo
conocen ustedes?
Más allá de la conocida mala distribución del ingreso, el empresariado
chileno ha sabido construir un modelo de mercado sui-generis. Uno donde se
protegen de mil formas del mercado mismo, de sus fluctuaciones, de sus riesgos.
Pero no sólo se esconden del mercado. En ese mismo ejercicio se evaden
del mundo moderno.
El gran discurso sobre el carácter modernizante del mercado, se funda
en el mito del emprendimiento, de la innovación, del empresario que toma
riesgos, que realiza apuestas, que transforma la realidad.
Me voy a permitir citar a quienes admiraron el “papel altamente
revolucionario” del empresariado:
“Una revolución continua en la
producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una
inquietud y un movimiento constantes distinguen la época burguesa de todas las
anteriores. Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de
creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se
hacen añejas antes de llegar a osificarse. Todo lo estamental y estancado se
esfuma; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a
considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones
recíprocas”. Karl Marx, Friedrich
Engels febrero de 1848
Lamentablemente, ese rol dinamizador hoy no se ve mucho por estos
lados. Gran parte de la riqueza de nuestro país sigue viniendo de materias
primas de escaso valor agregado. Palabras más, palabras menos, la inversión en
ciencia y tecnología la hacen las instituciones públicas (por eso necesitamos
universidades públicas). Los empresarios, parecieran preferir la ganancia
rápida, no los proyectos de largo plazo. Prefieren copiar tecnologías blandas
de fuera, no desarrollar las propias.
Pero no es sólo la modernización tecnológica. También la democracia les
resulta esquiva.
¿Cómo eligen a sus propios representantes empresariales? Hace poco la
Fundación Nodo XXI, de la cual soy director, publicó una breve columna al
respecto. Ustedes no hacen elecciones, las opciones políticas que se disputan
la conducción del empresariado no se plantean ante la sociedad chilena con
programas explícitos.
No obstante, le piden credenciales democráticas a las demás
organizaciones, en particular a los mismos sindicatos que, en muchos casos se
persiguen y se busca evitar. En mi caso, fui presidente de una federación de
estudiantes gracias a una elección universal. Los estudiantes supieron de
nuestras ideas y de nuestro programa con anterioridad, están abiertos a la
sociedad chilena. ¿Cómo pudimos nosotros y ustedes no?
¿Cómo se las han arreglado para
permanecer tan distantes de la democracia y del mercado al mismo tiempo que se
sienten los grandes responsables de la modernización del país?
Es una dura pregunta. Y la verdad, yo no tengo las respuestas. Pero
creo que es una pregunta que hay que hacer.
La decadencia de la política no es sino expresión del autismo de la
elite. Siendo el empresariado el único poder real, la política no tuvo más
opción que someterse al horizonte de lo posible que ustedes instalaron. Y
ustedes están tan lejos de la sociedad, tan protegidos del mercado y de la
democracia, tan escondidos de la modernidad, que la política se fue disociando
cada día más de la sociedad misma.
Al imponer la fuerza del mercado como gran rectora de nuestras vidas,
han obligado a la gente a buscar con toda su energía alguna certeza que le
permita flotar con estabilidad las agitadas aguas del neoliberalismo chileno.
Durante treinta años se nos dijo que esa certeza era la educación, que ahí se
valorarían más nuestras capacidades que nuestros apellidos, o el barrio donde
nacimos. Hoy se agrieta la fe que los chilenos pusieron en ella. Y al dudar de
esa fe, hemos dado un paso adelante para pensar por nosotros mismos. Todavía
buscando que aquellas banderas se hagan realidad, lo que tal cual está el
panorama en Chile, es casi un gesto subversivo.
Somos realistas, sabemos tal como ustedes, que el modelo no ha caído,
ni está cerca de hacerlo. Pero si hemos abierto una puerta que no queremos se
cierre una vez más bajo un manto de consensos que nos excluyan. Queremos
participar y decidir sobre el nuevo Chile que se empieza poco a poco a
construir.
Educación
Ustedes conocen la opinión del movimiento social respecto a este tema:
la educación debe ser un derecho, un bien público (y no de consumo).
Pero en esta oportunidad, no quiero repetir lo que hemos argumentado
incansablemente en todos los espacios posibles desde el 2011 en adelante, sino
más bien trataré de hacer un resumen de lo que ha sido la participación del
empresariado en la educación. No bajo la evaluación de la “igualdad”, sino de
las ganancias, del desarrollo, de la eficiencia y la eficacia. Es decir, de sus
propios patrones de evaluación.
En el sector escolar ustedes tienen una participación importante.
Sabemos que más de la mitad de la matrícula está en el sector privado. No
sabemos a ciencia cierta cuántos de esos proveedores privados se orientan por
fines lucrativos, por cierto no son todos.
Según el primer criterio de evaluación, el simple de las ganancias, el
mercado parece depender para subsistir masivamente del aporte estatal. Sólo un
8% de la matrícula está cubierta por instituciones que no perciben
financiamiento público. Por tanto, se entiende de esto, que el grueso del
mercado lucrativo se asienta sobre la base de dineros de todos los chilenos.
Mercado de “servicio público” que, además, se concentra.
Según el criterio de eficiencia (donde agregaremos eficacia, es decir,
calidad), los colegios privados sin aporte estatal se ubican bastante por
debajo de sus pares internacionales. Además, las escuelas privadas
(subvencionadas o no) han demostrado no ser mejores en rendimiento que las
escuelas públicas si tomamos en consideración las características
socio-económicas de las familias de los alumnos.
La presencia del empresariado en la educación escolar no parece haber
mejorado la calidad, ni siquiera para sus propios hijos. Y esto sin considerar
el delicado criterio de la igualdad y la equidad. Más bien parece lo siguiente:
se ha instalado un mercado lucrativo sobre la base de subsidios públicos, sin
demostrar un alza relevante en calidad.
Veamos algo de educación superior.
El grueso de la matrícula es privada (no es casualidad que desde un
tiempo a esta parte hayamos integrado a muchas Federaciones de Universidades
privadas a nuestra organización, el CONFECh, y estemos colaborando en la
creación de otras donde a la organización estudiantil se la han puesto todo
tipo de cortapisas). De ella, sabemos que buena parte está cubierta por
oferentes que persiguen el lucro, más allá de que esté formalmente prohibido en
las universidades.
Según el criterio de la ganancia, este ha sido un mercado bastante
exitoso y pujante. Tiene anualmente un crecimiento importante, y los aranceles
crecen linealmente, sin importar las alzas o bajas de la economía; crecen del
mismo modo como lo hacen los precios de, por ejemplo, los cigarros.
Pero veamos los demás criterios. En términos de eficiencia, las
instituciones privadas se comportan tal cual las públicas. Esto en dos
indicadores básicos: relación duración real/nominal de las carreras, y “retorno
privado” de la educación en base a salarios futuros. A pesar de estar con las
manos atadas por el estatuto administrativo –desde un punto de vista
“empresarial”- las instituciones estatales son equivalentes en el primer
criterio, y mejores (la mayoría) en el segundo. Pero vayamos más allá.
En educación superior, las instituciones de mayor excelencia son
aquellas que se denominan “de investigación”, es decir, que producen nuevo
conocimiento. En 30 años de reinado del mercado en educación superior, según el
Foro Aequalis, espacio de debate sobre educación superior instalado por la ex
Ministra Mónica Jiménez, el sector privado no ha podido fundar ninguna de este
tipo.
¿Dónde se concentra la presencia del sector privado en educación
superior entonces (post ’81)? En instituciones orientadas para sectores de
bajos ingresos, asociados a aportes públicos (CAE), y de calidad menor en
términos relativos a la media del sector público.
Pero también tienen instituciones para sus propios hijos, selectivas no
tanto por sus altos puntajes, sino por sus altos precios. Es decir, el mundo
empresarial en educación ha hecho básicamente dos cosas: instituciones docentes
de calidad relativamente baja que producen ganancia y que están orientadas a
los hijos de otros sectores sociales; e instituciones de calidad menor a las
públicas, orientadas ideológicamente para sus propios hijos, que casi no
producen conocimiento nuevo.
Palabras de cierre
Es cierto que nuestra sociedad se ha modernizado en los últimos años.
Pero no todos han entrado en igual medida en la nueva modernidad chilena. Los
sectores populares, y los nuevos sectores medios, hoy reclaman junto a una
amplia mayoría social, que las promesas de meritocracia y libertad se hagan
realidad también para ellos.
En este proceso de modernización han faltado ustedes, los que
irónicamente, lo han dirigido. Se las han ingeniado para seguir dependiendo de
los nichos regulados, del rentismo. Son reacios del mercado, tienden a
concentrarse y a pactar rápido precios y condiciones reguladas de acumulación.
Por favor tomen en serio estas palabras. No somos de los que les llaman
“chupasangres” (a lo Escalona) para después venir a darles garantías de
gobernabilidad y, ¿por qué no?, pedirles financiamiento para las campañas.
Queremos ser honestos, no sólo con ustedes, sino con la sociedad en general.
Sabemos que en el mismo seno del empresariado ha habido voces que han
planteado la necesidad de avanzar hacia un capitalismo más moderno (la famosa
frase de Felipe Lamarca). También sabemos que algunos lo practican: lo han
hecho en el extranjero, asumiendo riesgos, tal como se espera que lo hagan.
Pero son los menos.
Yo no creo que el mercado traiga progreso y felicidad para la sociedad.
Soy crítico de la concepción de Estado subsidiario y nuestra apuesta va por la
construcción de un Estado que asegure derechos sociales universales sin
discriminación. Pero para esta instancia, ese debate he optado por dejarlo de
lado para centrarme en una crítica más básica.
Este otro debate, lo tenemos latente, y esperamos desarrollarlo cuando entre ustedes sea hegemónica una actitud propiamente moderna y democrática. Las confrontaremos en la política y en la lucha social, y como siempre, de nuestra mutua relación de fuerzas surgirá la síntesis que lleve al país en tal o cual dirección política. Pero por ahora, simplemente los invito a salir del mundo del rentismo y de la ganancia fácil. En el fondo, a ser parte del mundo moderno.
Para despedirme, les hago una invitación. Si queremos realmente que este país llegue algún día a ser un país desarrollado, necesitamos de una alianza lo más amplia posible donde todos contribuyamos con lo que nos corresponde.
Nuestro compromiso es seguir luchando por una educación de excelencia para que Chile pueda desarrollarse en la sociedad del conocimiento.
También nos comprometemos a seguir luchando por una nueva política, donde se busquen los intereses de las grandes mayorías, y no la defensa de estancos particulares.
Los invitamos a ustedes a ser parte de esta alianza, fundando instituciones educativas donde el centro esté en la calidad, en la educación misma, y no en ser un negocio más entre muchos.
Los llamamos también a invertir en ciencia y tecnología si queremos ser algún día, un país desarrollado. A diversificar nuestra matriz productiva, a no tropezar dos veces con la misma piedra de país mono-exportador de materia prima.
Los llamamos a dialogar más (por eso saludo y valoro este espacio), con los que ya no quieren seguir pateando piedras.
En fin, los llamamos a abrir los ojos a este nuevo Chile que despierta, que desde la soledad a la que se ha reducido el empresariado, parecieran no estar viendo.
Muchas gracias.
5 comentarios:
Hola, tus palabras no tienen nada de duras y si es primera vez que se preseneta esta instancia, entonces comprendo que las palabras y terminos tengan que ser lo "mas adecuadas" para que no se sientan odendidos.
Ojala les haya quedado algo de tus adecuadas y politicamente correctas palabras.
Saludos
CARO
Ademas que ellos son los principales beneficiados de la calidad en.la educación... Pk tienen trabajadores calificados de gran nivel.para sus empresas y preparados para producira un nivel alto.. así son las cosas en los países verdaderamente desarrollados como alemania y los países escandinavicos.
hubiese sido interesante un discurso mas agresivo del porque los empresarios no presionan a la educación chilena para avanzar en ciencia y tecnología. Un profesional con mala educación es una perdida para la economía. slds
Atacar el eje del problema, desmintiendo sus paradigmas y criticando los dogmas de la clase empresarial, tiene mayor potencia que un discurso virulento para ellos, porque los obliga a intentar entender.
Siempre se puede decir más, eso está claro, pero acá lo valioso fue decírselos en su cara.
Mis genuinas felicitaciones.
Caro, Oguer, no pequen de ingenuos... un discurso mas "incendiario" no hubiese tenido otro efecto que el de cerrar los tímpanos de los empresarios presentes. El mensaje fue claro, o se suben al carro, o sufrirán las consecuencias.
El modelo escandinavo que tanto se admira y usa como paradigma de desarrollo en chile, se basa en una alianza entre empresariado y proletariado (y que data de los años 30).
saludos
ed
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