viernes, 19 de abril de 2013

Exposición en ICARE

El Jueves recién pasado, tuve la oportunidad de exponer en ICARE frente a un amplio grupo de empresarios de las más diversas áreas. Cuando me invitaron, la verdad es que me sorprendí y dude si correspondía que asistiera. Después de reflexionarlo llegué a la conclusión que, nos guste o no, es un espacio importante, y que sería absurdo e infantil de mi parte rechazar la oportunidad de abrir un debate en el seno mismo del poder. 

Aquí comparto con ustedes lo que fue mi intervención.

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El título de esta convocatoria reza “Los jóvenes le hablan a la empresa”, y a ese espíritu me quiero ceñir. No pretendo por ende, contarles mi experiencia personal en el movimiento estudiantil, ni tampoco hacer una defensa corporativa de la institución que tuve la oportunidad de representar (FECh, CONFECh), sino más bien, desde las reflexiones colectivas que hemos ido dando en los espacios en que participo, esbozar una visión crítica del empresariado chileno. Puede que a ratos, mis palabras suenen duras, pero creo que este es el único sentido que tiene el que yo haya sido invitado. Ser crítico y directo. Con respeto por cierto, pero sin ambigüedades ni adornadas sutilezas.

En mi experiencia como dirigente estudiantil, en muchas oportunidades asistí a diversas comisiones del Congreso, tanto de la Cámara como del Senado, a plantear nuestras visiones y propuestas, pero llegar a esta instancia, creo, es mucho más complejo. 

Alguien dijo hace algunos años que una comida en Casa Piedra valía más que centenares de miles de votos en las elecciones. Y tenía algo de razón. Los diputados y senadores saben perfectamente que tienen menos poder que los empresarios. Saben en su interior que, de hecho, el escaso poder que tienen depende, en cierta medida, de ustedes.

He conversado con muchos políticos. He visto en los ojos de varios el genuino deseo de que las cosas cambien, al menos en educación. Pero todos son “pragmáticos”, todos saben que hay fuertes intereses que empujan a favor de la inercia, que en nuestra sociedad hay temas tabú, de los cuales no se puede hablar, que no se pueden cambiar. Tienen conciencia de que las cosas son bastante diferentes de cómo se ven en el papel, según el cual ellos son las autoridades máximas del país.

En realidad, le temen a otros intereses. Unos que no tienen para qué ganar elecciones, que no se presentan ante la sociedad abiertamente. Que prefieren el lobby a una discusión parlamentaria, que a través del financiamiento de las campañas controlan a los partidos de los más diversos colores. Le temen a los intereses de los cuales dependen. Le temen al poder real, les temen a ustedes.

¿Por qué les temen concretamente? Porque toda actividad política-formal depende de las grandes inversiones en las campañas. Porque toda actividad profesional de alto nivel depende de sus empresas. En último término, porque toda su vida y su condición de figuración e influencia sobre la sociedad se monta sobre la decisión que ustedes tomen sobre ellos.

Por eso decidimos aceptar su invitación, porque no tiene sentido seguir hablando solo con la clase política, cuando ella no es quien gobierna realmente en nuestro país.

Hablemos directamente entonces, sin intermediarios.
El movimiento estudiantil en estos últimos años se ha constituido en una especie de ejemplo vivo del llamado “malestar social”, de los reclamos de nuestra generación sobre los efectos del mercado en nuestras vidas.

Ustedes no se extrañarán si decimos que la sociedad chilena está atravesada de punta a cabo por los designios del “mercado”. Los chilenos vivimos la incertidumbre del mercado todos los días: nuestra salud, nuestra jubilación y nuestra educación dependen del tamaño de nuestra billetera.

Así mismo, los estudios de movilidad social demuestran que la nuestra es una billetera bastante variable. Somos una sociedad voluble: se entra y se sale de la pobreza con facilidad, lo mismo pasa en la zona media. Es ese mercado y no el movimiento social lo que nos ha hecho luchadores: cada día de la familia chilena vive en una lucha permanente por alcanzar el siguiente paso en la carrera del bienestar.

El ciudadano de a pie conoce el poder del mercado. Nos hacemos la pregunta, ¿lo conocen ustedes?

Más allá de la conocida mala distribución del ingreso, el empresariado chileno ha sabido construir un modelo de mercado sui-generis. Uno donde se protegen de mil formas del mercado mismo, de sus fluctuaciones, de sus riesgos.

Pero no sólo se esconden del mercado. En ese mismo ejercicio se evaden del mundo moderno.

El gran discurso sobre el carácter modernizante del mercado, se funda en el mito del emprendimiento, de la innovación, del empresario que toma riesgos, que realiza apuestas, que transforma la realidad.

Me voy a permitir citar a quienes admiraron el “papel altamente revolucionario” del empresariado:

“Una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores. Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen añejas antes de llegar a osificarse. Todo lo estamental y estancado se esfuma; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”. Karl Marx, Friedrich Engels febrero de 1848


Lamentablemente, ese rol dinamizador hoy no se ve mucho por estos lados. Gran parte de la riqueza de nuestro país sigue viniendo de materias primas de escaso valor agregado. Palabras más, palabras menos, la inversión en ciencia y tecnología la hacen las instituciones públicas (por eso necesitamos universidades públicas). Los empresarios, parecieran preferir la ganancia rápida, no los proyectos de largo plazo. Prefieren copiar tecnologías blandas de fuera, no desarrollar las propias.

Pero no es sólo la modernización tecnológica. También la democracia les resulta esquiva.

¿Cómo eligen a sus propios representantes empresariales? Hace poco la Fundación Nodo XXI, de la cual soy director, publicó una breve columna al respecto. Ustedes no hacen elecciones, las opciones políticas que se disputan la conducción del empresariado no se plantean ante la sociedad chilena con programas explícitos.

No obstante, le piden credenciales democráticas a las demás organizaciones, en particular a los mismos sindicatos que, en muchos casos se persiguen y se busca evitar. En mi caso, fui presidente de una federación de estudiantes gracias a una elección universal. Los estudiantes supieron de nuestras ideas y de nuestro programa con anterioridad, están abiertos a la sociedad chilena. ¿Cómo pudimos nosotros y ustedes no?

¿Cómo se las han arreglado para permanecer tan distantes de la democracia y del mercado al mismo tiempo que se sienten los grandes responsables de la modernización del país?

Es una dura pregunta. Y la verdad, yo no tengo las respuestas. Pero creo que es una pregunta que hay que hacer.

La decadencia de la política no es sino expresión del autismo de la elite. Siendo el empresariado el único poder real, la política no tuvo más opción que someterse al horizonte de lo posible que ustedes instalaron. Y ustedes están tan lejos de la sociedad, tan protegidos del mercado y de la democracia, tan escondidos de la modernidad, que la política se fue disociando cada día más de la sociedad misma.

Al imponer la fuerza del mercado como gran rectora de nuestras vidas, han obligado a la gente a buscar con toda su energía alguna certeza que le permita flotar con estabilidad las agitadas aguas del neoliberalismo chileno. Durante treinta años se nos dijo que esa certeza era la educación, que ahí se valorarían más nuestras capacidades que nuestros apellidos, o el barrio donde nacimos. Hoy se agrieta la fe que los chilenos pusieron en ella. Y al dudar de esa fe, hemos dado un paso adelante para pensar por nosotros mismos. Todavía buscando que aquellas banderas se hagan realidad, lo que tal cual está el panorama en Chile, es casi un gesto subversivo.

Somos realistas, sabemos tal como ustedes, que el modelo no ha caído, ni está cerca de hacerlo. Pero si hemos abierto una puerta que no queremos se cierre una vez más bajo un manto de consensos que nos excluyan. Queremos participar y decidir sobre el nuevo Chile que se empieza poco a poco a construir.



Educación 

Ustedes conocen la opinión del movimiento social respecto a este tema: la educación debe ser un derecho, un bien público (y no de consumo).

Pero en esta oportunidad, no quiero repetir lo que hemos argumentado incansablemente en todos los espacios posibles desde el 2011 en adelante, sino más bien trataré de hacer un resumen de lo que ha sido la participación del empresariado en la educación. No bajo la evaluación de la “igualdad”, sino de las ganancias, del desarrollo, de la eficiencia y la eficacia. Es decir, de sus propios patrones de evaluación.

En el sector escolar ustedes tienen una participación importante. Sabemos que más de la mitad de la matrícula está en el sector privado. No sabemos a ciencia cierta cuántos de esos proveedores privados se orientan por fines lucrativos, por cierto no son todos.

Según el primer criterio de evaluación, el simple de las ganancias, el mercado parece depender para subsistir masivamente del aporte estatal. Sólo un 8% de la matrícula está cubierta por instituciones que no perciben financiamiento público. Por tanto, se entiende de esto, que el grueso del mercado lucrativo se asienta sobre la base de dineros de todos los chilenos. Mercado de “servicio público” que, además, se concentra.

Según el criterio de eficiencia (donde agregaremos eficacia, es decir, calidad), los colegios privados sin aporte estatal se ubican bastante por debajo de sus pares internacionales. Además, las escuelas privadas (subvencionadas o no) han demostrado no ser mejores en rendimiento que las escuelas públicas si tomamos en consideración las características socio-económicas de las familias de los alumnos.

La presencia del empresariado en la educación escolar no parece haber mejorado la calidad, ni siquiera para sus propios hijos. Y esto sin considerar el delicado criterio de la igualdad y la equidad. Más bien parece lo siguiente: se ha instalado un mercado lucrativo sobre la base de subsidios públicos, sin demostrar un alza relevante en calidad.

Veamos algo de educación superior.

El grueso de la matrícula es privada (no es casualidad que desde un tiempo a esta parte hayamos integrado a muchas Federaciones de Universidades privadas a nuestra organización, el CONFECh, y estemos colaborando en la creación de otras donde a la organización estudiantil se la han puesto todo tipo de cortapisas). De ella, sabemos que buena parte está cubierta por oferentes que persiguen el lucro, más allá de que esté formalmente prohibido en las universidades.

Según el criterio de la ganancia, este ha sido un mercado bastante exitoso y pujante. Tiene anualmente un crecimiento importante, y los aranceles crecen linealmente, sin importar las alzas o bajas de la economía; crecen del mismo modo como lo hacen los precios de, por ejemplo, los cigarros.

Pero veamos los demás criterios. En términos de eficiencia, las instituciones privadas se comportan tal cual las públicas. Esto en dos indicadores básicos: relación duración real/nominal de las carreras, y “retorno privado” de la educación en base a salarios futuros. A pesar de estar con las manos atadas por el estatuto administrativo –desde un punto de vista “empresarial”- las instituciones estatales son equivalentes en el primer criterio, y mejores (la mayoría) en el segundo. Pero vayamos más allá.

En educación superior, las instituciones de mayor excelencia son aquellas que se denominan “de investigación”, es decir, que producen nuevo conocimiento. En 30 años de reinado del mercado en educación superior, según el Foro Aequalis, espacio de debate sobre educación superior instalado por la ex Ministra Mónica Jiménez, el sector privado no ha podido fundar ninguna de este tipo.

¿Dónde se concentra la presencia del sector privado en educación superior entonces (post ’81)? En instituciones orientadas para sectores de bajos ingresos, asociados a aportes públicos (CAE), y de calidad menor en términos relativos a la media del sector público.

Pero también tienen instituciones para sus propios hijos, selectivas no tanto por sus altos puntajes, sino por sus altos precios. Es decir, el mundo empresarial en educación ha hecho básicamente dos cosas: instituciones docentes de calidad relativamente baja que producen ganancia y que están orientadas a los hijos de otros sectores sociales; e instituciones de calidad menor a las públicas, orientadas ideológicamente para sus propios hijos, que casi no producen conocimiento nuevo.


Palabras de cierre

Es cierto que nuestra sociedad se ha modernizado en los últimos años. Pero no todos han entrado en igual medida en la nueva modernidad chilena. Los sectores populares, y los nuevos sectores medios, hoy reclaman junto a una amplia mayoría social, que las promesas de meritocracia y libertad se hagan realidad también para ellos.

En este proceso de modernización han faltado ustedes, los que irónicamente, lo han dirigido. Se las han ingeniado para seguir dependiendo de los nichos regulados, del rentismo. Son reacios del mercado, tienden a concentrarse y a pactar rápido precios y condiciones reguladas de acumulación.

Por favor tomen en serio estas palabras. No somos de los que les llaman “chupasangres” (a lo Escalona) para después venir a darles garantías de gobernabilidad y, ¿por qué no?, pedirles financiamiento para las campañas. Queremos ser honestos, no sólo con ustedes, sino con la sociedad en general.

Sabemos que en el mismo seno del empresariado ha habido voces que han planteado la necesidad de avanzar hacia un capitalismo más moderno (la famosa frase de Felipe Lamarca). También sabemos que algunos lo practican: lo han hecho en el extranjero, asumiendo riesgos, tal como se espera que lo hagan. Pero son los menos.

Yo no creo que el mercado traiga progreso y felicidad para la sociedad. Soy crítico de la concepción de Estado subsidiario y nuestra apuesta va por la construcción de un Estado que asegure derechos sociales universales sin discriminación. Pero para esta instancia, ese debate he optado por dejarlo de lado para centrarme en una crítica más básica.


Este otro debate, lo tenemos latente, y esperamos desarrollarlo cuando entre ustedes sea hegemónica una actitud propiamente moderna y democrática. Las confrontaremos en la política y en la lucha social, y como siempre, de nuestra mutua relación de fuerzas surgirá la síntesis que lleve al país en tal o cual dirección política. Pero por ahora, simplemente los invito a salir del mundo del rentismo y de la ganancia fácil. En el fondo, a ser parte del mundo moderno.

Para despedirme, les hago una invitación. Si queremos realmente que este país llegue algún día a ser un país desarrollado, necesitamos de una alianza lo más amplia posible donde todos contribuyamos con lo que nos corresponde.

Nuestro compromiso es seguir luchando por una educación de excelencia para que Chile pueda desarrollarse en la sociedad del conocimiento.

También nos comprometemos a seguir luchando por una nueva política, donde se busquen los intereses de las grandes mayorías, y no la defensa de estancos particulares.

Los invitamos a ustedes a ser parte de esta alianza, fundando instituciones educativas donde el centro esté en la calidad, en la educación misma, y no en ser un negocio más entre muchos.

Los llamamos también a invertir en ciencia y tecnología si queremos ser algún día, un país desarrollado. A diversificar nuestra matriz productiva, a no tropezar dos veces con la misma piedra de país mono-exportador de materia prima.

Los llamamos a dialogar más (por eso saludo y valoro este espacio), con los que ya no quieren seguir pateando piedras.

En fin, los llamamos a abrir los ojos a este nuevo Chile que despierta, que desde la soledad a la que se ha reducido el empresariado, parecieran no estar viendo.

Muchas gracias.




5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, tus palabras no tienen nada de duras y si es primera vez que se preseneta esta instancia, entonces comprendo que las palabras y terminos tengan que ser lo "mas adecuadas" para que no se sientan odendidos.
Ojala les haya quedado algo de tus adecuadas y politicamente correctas palabras.

Saludos
CARO

Anónimo dijo...

Ademas que ellos son los principales beneficiados de la calidad en.la educación... Pk tienen trabajadores calificados de gran nivel.para sus empresas y preparados para producira un nivel alto.. así son las cosas en los países verdaderamente desarrollados como alemania y los países escandinavicos.

Oguer Vicencio López dijo...

hubiese sido interesante un discurso mas agresivo del porque los empresarios no presionan a la educación chilena para avanzar en ciencia y tecnología. Un profesional con mala educación es una perdida para la economía. slds

Samuel dijo...

Atacar el eje del problema, desmintiendo sus paradigmas y criticando los dogmas de la clase empresarial, tiene mayor potencia que un discurso virulento para ellos, porque los obliga a intentar entender.

Siempre se puede decir más, eso está claro, pero acá lo valioso fue decírselos en su cara.

Mis genuinas felicitaciones.

Anónimo dijo...

Caro, Oguer, no pequen de ingenuos... un discurso mas "incendiario" no hubiese tenido otro efecto que el de cerrar los tímpanos de los empresarios presentes. El mensaje fue claro, o se suben al carro, o sufrirán las consecuencias.
El modelo escandinavo que tanto se admira y usa como paradigma de desarrollo en chile, se basa en una alianza entre empresariado y proletariado (y que data de los años 30).
saludos
ed